2001: Odisea del espacio

IV – ABISMO

21 – Fiesta de cumpleaños

Las familiares estrofas de "Feliz cumpleaños" se extendieron a través de más de mil millones de kilómetros de espacio a la velocidad de la luz, yendo a extinguirse entre las pantallas de visión e instrumentación del puente de mando. La familia Poole, muy ufana y agrupada en torno al pastel de cumpleaños, en Tierra, quedó en súbito silencio tras entonar a coro la canción.

Luego Mr. Poole, padre, dijo ceñudamente:

- Bueno, Frank, no podemos pensar en nada más que decir en este momento, excepto que nuestros pensamientos están contigo, y que te deseamos el más feliz de tus cumpleaños.

- Cuídate, querido - intervino llorosa Mrs. Poole -. Dios te bendiga.

Hubo un nuevo coro, de "adioses" esta vez, y la pantalla de visión quedóse en blanco.

Cuán extraño pensar, se dijo Poole, que todo aquello había sucedido hacía más de una hora. Para entonces, su familia se habría ya dispersado de nuevo y sus miembros se hallarían a varios kilómetros del hogar. Pero en cierto modo, aquel retraso del tiempo, aunque podía ser defraudador, era también un bien disfrazado. Como todo hombre de su edad, Poole daba por supuesto que podía hablar al instante, siempre que lo deseara, con cualquier habitante de la Tierra. Mas ahora que esto ya no era así, el impacto psicológico era profundo. Se había movido a una nueva dimensión de remota lejanía, y casi todos los lazos emocionales se habían extendido más allá del punto establecido.

- Siento interrumpir la fiesta - dijo Hal -, pero tenemos un problema.

- ¿Que es ello? - preguntaron simultáneamente Bowman y Poole.

-Me cuesta mantener el contacto con Tierra. El trastorno se encuentra en la unidad A.E.- 35. Mi Centro de Predicción de Defectos informa que puede fallar antes de 72 horas.

- Cuidaremos de ello - replicó Bowman -. Veamos la alineación óptica.

- Aquí está, Dave. Por el momento sigue siendo excelente.

En la pantalla expositora apareció una perfecta media luna, muy brillante, contra el fondo casi exento de estrellas. Estaba cubierta de nubes, y no mostraba ningún rasgo geográfico que pudiera ser reconocido. Ciertamente, a la primera ojeada podía ser fácilmente confundida con Venus.

Mas no a la segunda, pues allá al lado se encontraba la verdadera Luna, que Venus no poseía... de un tamaño de un cuarto de la Tierra, y exactamente en la misma fase. Era fácil imaginar que los dos cuerpos eran madre e hijo, como muchos astrónomos habían creído, antes de que la evidencia suministrada por las rocas lunares demostrase fuera de toda duda que la Luna no había sido jamás parte de la Tierra.

Poole y Bowman estudiaron en silencio la pantalla durante medio minuto. Aquella imagen procedía de la cámara de TV gran enfoque montada en el borde del gran dispositivo de radio; la retícula del centro mostraba la exacta orientación de la antena. A menos que el pequeño astil apuntara directamente ala Tierra, no podrían recibir ni transmitir. Los mensajes en ambas direcciones marrarían su blanco y serían lanzados, sin ser vistos ni oídos, a través del Sistema Solar, al posterior vacío. Si fueran recibidos, no lo serían sino dentro de siglos.

- ¿Sabe donde se encuentra el trastorno? - preguntó Bowman.

-Es intermitente y no puedo localizarlo. Pero parece hallarse en la unidad A.E.-35.

-¿Qué sugiere? -Lo mejor sería reemplazar la unidad por otra de reserva, de manera que podamos examinarla.

- Está bien... denos la transcripción.

Fulguró la información en la pantalla expositora, y simultáneamente se deslizó afuera una hoja de papel que salió de la ranura que estaba inmediatamente bajo ella. A pesar de todas las lecturas electrónicas en alta voz, había veces en que la más conveniente forma de registro era el antiguo material impreso.

Bowman estudió durante un momento los diagramas, y lanzó luego un silbido.

-Debería habérnoslo dicho - manifestó -. Esto significa que debemos salir al exterior de la nave.

- Lo siento - replicó Hal -. Supuse que sabía usted que la unidad A.E.-35. se encontraba en el montaje de la antena.

-Probablemente lo supe hace un año, pera hay ocho mil subsistemas a bordo. De todos modos parece una tarea desembarazada. Sólo tenemos que abrir un panel y colocar dentro una nueva unidad.

- Eso me suena estupendamente - dijo Poole, quien era el miembro de la tripulación designado para la rutinaria actividad extravehicular. Me iría muy bien un cambio de decorado. Nada personal, desde luego.

- Veamos si el control de la misión está de acuerdo - dijo Bowman. Sentóse en silencio durante unos segundos, poniendo en orden sus pensamientos, y comenzó luego a dictar un mensaje.

-Control de Misión, aquí Rayos X-Delta-Uno. A las dos-cero-cuatro-cinco, a bordo Centro Predicción Defectos en nuestro nueve-triple-ceros computador mostró Eco Alfa tres- cinco Unidad como probable monitora y sugiero revise la unidad en el simulador de sistemas de la nave. Confirme también su aprobación a nuestro plan de ida a EVA y reemplace unidad Eco Alfa tres-cinco antes de fallo. Control de Misión, aquí Rayos XDelta-

Uno, concluida la transmisión dos-uno-cero-tres.

A través de los años de práctica, Bowman podía expresar en esa jerigonza -que alguien había bautizado como "técnica"- una noticia importante, y pasar de nuevo al habla normal, sin conflicto de sus mecanismos mentales. Ahora no cabía más que hacer que esperar la confirmación, que tardaría por lo menos dos horas, pues sus señales hacían el viaje de ida y vuelta a través de las órbitas de Júpiter y Marte.

Llegó cuando Bowman estaba intentando, sin mucho éxito, derrotar a Hal en uno de los juegos geométricos almacenados en su memoria.

-Rayos X-Delta-Uno, aquí Control de Misión, acusando recibo de su dos-uno-cero-tres.

Estamos revisando información telemétrica en nuestro simulador de misión y aconsejaremos. Mantenga su plan ida EVA y reemplace unidad Eco Alfa tres-cinco antes de posible fallo. Estamos verificando pruebas para que lo aplique a unidad deficiente.

Resuelto este grave asunto, el Controlador de la Misión volvió al Inglés normal.

-Lamentamos, compañeros, que tengan un poco de trastorno, y no deseamos aumentar sus calamidades. Pero si es conveniente para ustedes ir primero a EVA, tenemos una solicitud de Información Pública. Podrían hacer ustedes un breve registro para general descargo, perfilando la situación y explicando exactamente lo que hace A.E.35.

Háganlo tan tranquilizador como puedan. Nosotros podríamos hacerlo, desde luego... pero será mucho más convincente en sus propias palabras. Esperamos que ello no estorbe demasiado a su vida social. Rayos X-Delta-Uno, aquí Control de Misión, concluida transmisión dos-uno-cinco-cinco.

Bowman no pudo dejar de sonreír ante la petición. Había veces en quela Tierra mostraba una curiosa insensibilidad y falta de tacto. ¡Vaya con lo de "Háganlo tranquilizador"! Al unírsele Poole acabado su período de sueño pasaron diez minutos componiendo y puliendo la respuesta. En las primeras fases de la expedición, había habido innumerables peticiones de todos los medios informativos para entrevistas y ruedas de prensa... casi sobre todo lo que quisieran decir. Pero al pasar las semanas sin acontecimientos dignos de mención, y al aumentar el lapso de tiempo de unos minutos a más una hora de comunicación, había disminuido gradualmente el interés. Después de la excitación causada por el paso ante Júpiter, hacía más de un mes, sólo habían hecho tres o cuatro informaciones generales.

-Control de Misión, aquí Rayos X-Delta-Uno. Enviamos la declaración a la prensa: A primera hora de hoy, surgió un problema técnico de poca importancia. Nuestro computador Hal 9.000 anunció el fallo próximo de la unidad A.E.-35. Se trata de un componente pequeño pero vital del sistema de comunicaciones. Mantiene nuestra antena principal apuntada ala Tierra casi a diez milésimas de grado. Se requiere esta precisión, ya que a nuestra distancia actual a más de mil millones de kilómetros, la Tierra es sólo mas bien una débil estrella, y el haz muy reducido de nuestra radio podría perderla fácilmente.

"La antena es mantenida en constante rastreo dela Tierra por motores controlados desde el computador central. Pero esos motores obtienen sus instrucciones vía unidad A.E.-35. Podéis compararlo a un centro nervioso en el cuerpo, el cual traslada las instrucciones del cerebro a los músculos de un miembro. Si deja de efectuar un nervio las señales correctas, el miembro se torna inútil. En nuestro caso una avería en la unidad A.E.-35. significaría que nuestra antena comenzaría a apuntar al azar. Este fue un trastorno corriente en las cápsulas espaciales del siglo pasado. Alcanzaban a menudo otros planetas, y luego dejaban de transmitir cualquier información debido a que sus antenas no podían alcanzarla Tierra.

"Desconocemos aún la naturaleza del defecto, pero la situación no es en absoluto grave, y no hay necesidad de alarmarse. Tenemos dos A.E.-35. de repuesto, cada una de las cuales tiene una vida operativa prevista para veinte años... así que es desdeñable la probabilidad de un segundo fallo en el curso de esta misión. Por lo tanto, si podemos diagnosticar la causa del actual trastorno, podremos también reparar la unidad número uno.

"Frank Poole, que está especialmente calificado para este tipo de trabajo, saldrá al exterior de la nave y reemplazará la unidad defectuosa con la de repuesto. Y al mismo tiempo, aprovechará la oportunidad para revisar el casco y reparar algunos microorificios que han sido demasiado insignificantes para merecer una especial EVA.

"Aparte de este problema menor, la misión continúa sin sucesos dignos de mención, y debería continuar de la misma manera.

"Control de Misión, aquí Rayos X-Delta-Uno, transmisión dos-uno-cero-cuatro concluida.

22 – Excursión

Las cápsulas extravehiculares o "vainas del espacio" de la Discovery, eran esferas de aproximadamente tres metros de diámetro, y el operador se instalaba tras un mirador que le procuraba una espléndida vista. El principal cohete impulsor producía una aceleración de un quinto de gravedad -la suficiente para rondar en la Luna- permitiendo el gobierno de pequeños pitones de control de posición. Desde un área situada inmediatamente debajo del mirador brotaban dos juegos de brazos metálicos articulados, uno para labores pesadas y otro para manipulación delicada. Había también una torreta extensible, conteniendo una serie de herramientas automáticas, tales como destornilladores, martillos, serruchos y taladros.

Las vainas del espacio no eran el medio de transporte más elegante ideado por el hombre, pero eran absolutamente esenciales para la construcción y reparación en el vacío. Se las bautizaba por lo general con nombres femeninos, tal vez en reconocimiento a que su comportamiento fuera en ocasiones un tanto caprichoso. El trío dela Discovery se llamaban Ana, Betty y Clara.

Una vez se hubo puesto su traje de presión -su última línea de defensa- y penetrado en el interior de la cápsula, Poole pasó diez minutos comprobando los mandos. Dio un toque a los eyectores de gobierno, flexionó los brazos metálicos, y revisó el oxígeno, el combustible y la reserva de energía. Luego, cuando estuvo completamente satisfecho, habló a Hal por el circuito de radio. Aunque Bowman estaba presente en el puente de mando, no intervendría a menos que hubiese algún error o mal funcionamiento.

- Aquí Betty. Comience secuencia bombeo.

-Secuencia bombeo comenzada.

Al instante, Poole pudo oír el vibrar de las bombas a medida que el precioso aire era extraído de la cámara reguladora de presión. Luego, el tenue metal del casco externo de la cápsula produjo unos suaves crujidos, y al cabo de cinco minutos, Hal informo: -Concluida secuencia bombeo.

Poole hizo una última comprobación de su reducido tablero de instrumentos. Todo estaba perfectamente normal.

-Abra puerta exterior - ordenó.

De nuevo repitió Hal sus instrucciones; a cada frase, Poole tenía sólo que decir "¡Alto!" y el computador detendría inmediatamente la secuencia.

Las paredes de la nave se abrieron ante él. Poole sintió mecerse brevemente la cápsula al precipitarse al espacio los últimos tenues vestigios de aire. Luego, vio las estrellas... y daba la casualidad de que precisamente el minúsculo y áureo disco de Saturno, aún a seiscientos cincuenta millones de kilómetros, estaba ante él.

-Comience eyección cápsula.

Muy lentamente, el riel del que estaba colgada la cápsula se extendió a través de la puerta abierta, hasta quedar el vehículo suspendido justamente fuera del casco de la nave.

Poole hizo dar una segunda descarga al propulsor principal, y la cápsula se deslizó suavemente fuera del riel, convirtiéndose al fin en un vehículo independiente, prosiguiendo su propia órbita en torno al Sol. Ahora no tenía él conexión alguna con la Discovery... ni siquiera un cable de seguridad. La cápsula raramente causaba trastorno; y hasta si quedaba desamparada, Bowman podía ir fácilmente a rescatarla.

Betty respondió suavemente a los controles; la hizo derivar durante treinta metros, comprobó luego su impulso, y la hizo girar en redondo de manera que se hallase de nuevo mirando a la nave. Luego comenzó a rodear el casco de presión.

Su primer blanco era un área fundida de aproximadamente un centímetro y medio de diámetro, con un minúsculo hoyo central. La partícula de polvo meteórico que había verificado allí su impacto a más de ciento cincuenta mil kilómetros por hora, era ciertamente más pequeña que una cabeza de alfiler, y su enorme energía cinética la había vaporizado al instante. Como con frecuencia sucedía, el orificio parecía haber sido causado por una explosión desde el interior de la nave; a esas velocidades, los materiales se comportaban de extraños modos y raramente se rigen por el sentido común de las leyes de la mecánica.

Poole examinó cuidadosamente el área, y la roció luego con encastrador de un recipiente presurizado que tomó del instrumental de la cápsula. El blanco y gomoso líquido se extendió sobre la piel metálica, ocultando a la vista el agujero. La grieta expelió una gran burbuja, que estalló al alcanzar unos quince centímetros de diámetro, luego otra más pequeña, y ninguna más, al tomar consistencia el encastrador. Poole contempló intensamente la reparación durante varios minutos, sin que hubiese una ulterior señal de actividad, sin embargo, para asegurarse del todo, aplicó una segunda capa, dirigiéndose seguidamente hacia la antena.

Le llevó algún tiempo contornear el casco esférico dela Discovery, pues mantuvo a la cápsula a una velocidad no superior a unos cuantos palmos por segundo. No tenía prisa, y resultaba peligroso moverse a gran velocidad a tanta proximidad de la nave. Tenía que andar con mucho tiento con los varios sensores y armazones instrumentales que se proyectaban del casco en lugares inverosímiles, y tener también sumo cuidado con la ráfaga de su propio propulsor. Caso de que chocara con alguno de los más frágiles de los avíos, podría causar gran daño.

Cuando llegó por fin a la antena parabólica de largo alcance, de siete metros de diámetro, examinó minuciosamente la situación. El gran cuenco parecía estar apuntando directamente al Sol, puesla Tierra se hallaba ahora casi en línea con el disco solar. La armadura de la antena y todo su dispositivo de orientación se encontraban por ende en una total oscuridad, oculto en la sombra del gran platillo metálico.

Poole se había aproximado desde atrás; había tenido sumo cuidado en no ponerse frente al reflector parabólico, para que Betty no interrumpiese el haz y motivara una momentánea pero engorrosa pérdida de contacto con la Tierra. No pudo ver nada del instrumento que tenía que reparar, hasta que encendió los proyectores de la cápsula, ahuyentando las sombras.

Bajo aquella pequeña placa se encontraba la causa del trastorno. Esta placa estaba asegurada con cuarto tuercas, y al igual que toda la unidad A.E.-35, había sido diseñada para un fácil recambio.

Era evidente, sin embargo, que no podía efectuar la tarea mientras permaneciese en la cápsula espacial. No sólo era arriesgado maniobrar tan próximo a la armazón tan delicada, y hasta enmarañada, de la antena, sino que los chorros de control de Betty podrían abarquillar fácilmente la superficie reflectora, delgada como el papel, del gran espejo-radio. Había de aparcar la cápsula a siete metros y salir al exterior provisto de su traje espacial. En cualquier caso, podría desplazar la unidad mucho más rápidamente con sus manos enguantadas, que con los distantes manipuladores de Betty.

Informó detenidamente de todo esto a Bowman, quien hizo una comprobación doble de cada fase de la operación antes de ejecutarla. Aunque era una tarea sencilla, de rutina, nada podía darse por supuesto en el espacio, no debiendo pasarse por alto ningún detalle. En las actividades extravehiculares no cabía ni siquiera un "pequeño" error.

Recibió la conformidad para proceder a la labor, y estacionó la cápsula a unos siete metros del soporte de la base de la antena. No había peligro alguno de que se largara al espacio; de todos modos, la sujetó con una manecilla a uno de los travesaños de la escalera estratégicamente montada en el casco exterior.

Tras una comprobación de los sistemas de su traje presurizado, que le dejó completamente satisfecho, vació de aire la cápsula, el cual salió silbando al vacío del espacio, formándose brevemente en su derredor una nube de cristales de hielo, que empaño momentáneamente las estrellas.

Había otra cosa que hacer antes de abandonar la cápsula, y era pasar la conmutación de manual a distancia, colocando a Betty así bajo el control de Hal. Era una clásica medida de precaución; aunque él se hallaba aún sujeto a Betty por un cable elástico inmensamente fuerte y poco más grueso que un cabo de lana, hasta los mejores cables de seguridad habían fallado alguna vez. Aparecería como un bobo si necesitara su vehículo... y no pudiese llamarlo en su ayuda transmitiendo instrucciones a Hal.

Abrióse la puerta de la cápsula, y salió flotando lentamente al silencio del espacio, desenrollando tras de sí su cable de seguridad. Tomar las cosas con tranquilidad -no moverse nunca rápidamente-, detenerse y pensar... tales eran las reglas para la actividad extravehicular. Si uno las obedecía, no había nunca ningún trastorno.

Asió una de las manecillas exteriores de Betty, y sacó la unidad de reserva A.E.-35. del bolso donde la había metido, a la manera de los canguros. No se detuvo a recoger ninguna de las herramientas de la colección que disponía la cápsula, pues la mayoría de ellas no estaban diseñadas para su utilización por manos humanas. Todos los destornilladores y llaves que probablemente habría de necesitar, estaban ya sujetos al cinto de su traje espacial.

Con suave impulso, se lanzó hacia la suspendida armazón del gran plato, que atalayaba como gigantesco platillo volante entre él y el sol. Su propia doble sombra, arrojada por los proyectores de Betty, danzaba a través de la convexa superficie en fantásticas formas al apilarse sobre los haces gemelos. Pero tuvo la sorpresa de observar que la parte posterior del gran radio- espejo estaba aquí y allá moteada de centelleantes puntos luminosos.

Quedó perplejo por el hecho durante los segundos de su silenciosa aproximación, dándose luego cuenta de qué se trataba. Durante el viaje, el reflector debió de haber sido alcanzado muchas veces por micrometeoritos, y lo que estaba viento era el resplandor del sol a través de los minúsculos orificios. Eran demasiado pequeños como para haber afectado apreciablemente el funcionamiento del sistema.

Mientras se movía lentamente, interrumpió el suave impacto con su brazo extendido, y asió la armazón de la antena antes de que pudiera rebotar. Enganchó rápidamente su cinturón de seguridad al más próximo asidero, lo que le procuraba cierto apuntalamiento mientras empleaba sus herramientas, luego hizo una pausa, informó de la situación a Bowman, y reflexionó sobre el siguiente paso a dar.

Había un pequeño problema: se hallaba de pie -o flotando- en su propia luz, y resultaba difícil ver la unidad A.E.-35. en la sombra que él mismo proyectaba. Ordenó pues a Hal que hiciese girar los focos a un lado, y tras breve experimentación, obtuvo una iluminación más uniforme del encendido secundario reflejado en el dorso del plato de la antena.

Estudió durante breves segundos la pequeña compuerta con sus cuatro tuercas de cierre de seguridad. Luego, murmurando para sí mismo, se dijo: "El manejo por personal no autorizado invalida la garantía del fabricante", cortó los alambres sellados y comenzó a desenrollar las tuercas. Eran de tamaño corriente y encajaban en la llave que manejaba.

El mecanismo interno de muelle de la herramienta absorbería la reacción al desenroscarse las tuercas, de manera que el operador no tendría tendencia a girar a la inversa.

Las cuatro tuercas fueron desenroscadas sin ninguna dificultad, y Poole las metió cuidadosamente en un conveniente saquito. (Algún día, había predicho alguien,la Tierra tendría un anillo como el de Saturno, compuesto enteramente por pernos y tuercas, sujetadores y hasta herramientas que se le habrían escapado a descuidados trabajadores de la construcción orbital). La tapa de metal estaba un tanto adherida, y por un momento temió que pudiera haber quedado soldada por el frío; pero tras unos cuantos golpes se soltó, y la aseguró al armazón de la antena mediante un gran sujetador de los llamados de cocodrilo.

Ahora podía ver el circuito electrónico de la unidad A.E.-35. tenía la forma de una delgada losa, del tamaño de una tarjeta postal, recorrida por una ranura lo bastante ancha para retenerla. La unidad estaba asegurada por dos pasadores, y tenía una manecilla para poder sacarla fácilmente.

Pero se hallaba aún funcionando, alimentando a la antena con las pulsaciones que la mantenían apuntada a la distante cabeza de alfiler que era la Tierra. Si la sacaba ahora, se perdería todo el control, y el plato volvería a su posición neutral o de azimut cero, apuntando a lo largo del eje de la Discovery. Y ello podía ser peligroso, podría estrellarse contra la nave, al girar.

Para evitar este particular peligro, era sólo necesario cortar la energía del sistema de control; la antena no podría moverse, a menos que chocara con ella Poole. No había peligro alguno de perder Tierra durante los breves minutos que le llevaría reemplazar la unidad; su blanco no se habría desviado apreciablemente sobre el fondo de las estrellas en tan breve lapso de tiempo.

-Hal - llamó Poole por el circuito de la radio -. Estoy a punto de sacar la unidad. Corta la energía de control al sistema de la antena.

- Cortada energía control antena - respondió Hal.

-Bien. Ahí va. Estoy sacando la unidad.

La tarjeta se deslizó fuera de su ranura sin ninguna dificultad; no se atascó ni de trabo ninguno de las docenas de deslizantes contactos. En el lapso de un minuto estuvo colocado el repuesto.

Pero Poole no se aventuró, y se apartó suavemente del armazón de la antena, para el caso de que el gran plato hiciera movimientos alocados al ser restaurada la energía.

Cuando estuvo fuera de su alcance, llamó a Hal.

Por la radio dijo: -La nueva unidad debería ser operante. Restaura energía de control.

- Dada energía - respondió Hal. La antena permaneció firme como una roca.

-Verifica controles de predicción de deficiencia.

Microscópicos pulsadores estarían ahora vibrando a través del complejo circuito de la unidad, escudriñando posibles fallos, comprobando las miríadas de componentes para ver que todos estuvieran conformes a sus tolerancias específicas. Esta operación había sido hecha, desde luego, una veintena de veces antes que la unidad abandonara la fábrica; pero ello fue hacía dos años y a más de mil quinientos millones de kilómetros de allí. A menudo resultaba imposible apreciar como podían fallar unos solidísimos componentes electrónicos, que habían sido sometidos a la más rigurosa comprobación previa; sin embargo, fallaban.

- Circuito operante por completo - informó Hal, al cabo de sólo diez segundos. En ese brevísimo lapso de tiempo había efectuado tantas comprobaciones como un pequeño ejército de inspectores humanos.

- Magnífico - dijo Poole satisfecho -. Voy a colocar de nuevo la tapa.

Esta era a menudo la parte más peligrosa de una operación extravehicular, cuando estaba terminada una tarea, y era simple cuestión de ir flotando arriba y volver al interior de la nave..., mas era también cuando se cometían los errores.

Pero Frank Poole no habría sido designado para esta misión de no haber sido de lo más cuidadoso, precavido y concienzudo. Se tomó tiempo, y aunque una de las tuercas de cierre se le escapó, la recuperó antes de que se fuera a más de unos pocos palmos de distancia. Y quince minutos después se estaba introduciendo en el garaje de la cápsula espacial, con la sosegada confianza de que aquella había sido una tarea que no precisaba ser repetida.

En lo cual, sin embargo, estaba lastimosamente equivocado.

23 – Diagnóstico

- ¿Quiere decir - exclamó Frank Poole, más sorprendido que molesto -, que hice todo ese trabajo para nada? - Así parece - respondió Bowman -. La unidad da una comprobación perfecta. Hasta con una sobrecarga de doscientos por ciento, no se indica ninguna predicción de fallo.

Los dos hombres se encontraban en el exiguo taller-laboratorio del carrusel, que era más conveniente que el garaje de la cápsula espacial para reparaciones y exámenes de menor importancia. No había ningún peligro allí de toparse con burbujas de soldadura caliente remolineando en el aire o con pequeños y completamente perdidos accesorios de material, que habían decidido entrar en órbita. Tales cosas podían suceder -y sucedían- en el ambiente de gravedad cero de la cala de la cápsula.

La delgada placa del tamaño de una tarjeta de la unidad A.E.-35. se hallaba en el banco de pruebas bajo una potente lupa. Estaba conmutada en un marco corriente de conexión, del cual partía un haz de alambres multicolores que conectaban con un aparato de pruebas automático, no mayor que un computador corriente de escritorio. Para comprobar cualquier unidad, bastaba conectarlo, introducir la tarjeta apropiada de la biblioteca "descarga trastornos", y oprimir un botón. Generalmente, se indicaba la localización exacta de la deficiencia en una pequeña pantalla expositora, con instrucciones para la actuación debida.

- Pruébalo tú mismo - dijo Bowman, con voz de tono un tanto defraudado. Poole giro a X2 el conmutador Sobrecarga y oprimió el botón Prueba. Al instante fulguró en la pantalla el anuncio: Unidad Perfectamente.

-Creo que podríamos estar repitiéndolo hasta quemar eso - dijo - pero ello no probaría nada. ¿Qué te parece? - El anunciador interno de deficiencias de Hal pudo haber cometido un error.

-Es más probable que nuestro aparato de comprobación haya errado. De todos modos, mejor es estar seguro que lamentarlo. Fue oportuno que reemplazáramos la unidad, por si hubiera la más leve duda.

Bowman soltó la oblea del circuito y la sostuvo a la luz. El material parcialmente translúcido estaba veteado por una intrincada red de hilos metálicos y moteado con microcomponentes confusamente visibles, de manera que tenía el aspecto de obra de arte abstracto.

-No podemos aventurarnos en modo alguno... después de todo, es nuestro enlace con Tierra. Lo archivaré como N/G y lo meteré en el almacén de desperdicios. Algún otro podrá preocuparse por ello cuando volvamos.

Mas la preocupación habría de comenzar mucho antes, con la siguiente transmisión de la Tierra.

-Rayos X-Delta-Uno, aquí Control de Misión, nuestra referencia dos-uno-cinco-cinco. Parece que tenemos un pequeño problema.

"Su informe es que nada anda mal en la Unidad Alfa Eco tres cinco, concuerda con nuestro diagnóstico. La deficiencia podría hallarse en los circuitos asociados a la antena, pero de ser así debería aparecer en las demás comprobaciones.

"Hay una tercera posibilidad, que puede ser más grave. Su computador puede haber incurrido en un error al predecir la deficiencia. Nuestros propios nueve- triple ceros concuerdan ambos en sugerirlo, basándose en su información. Ello no supone necesariamente un motivo de alarma, en vista de los sistemas de respaldo de que disponemos, pero desearíamos que estuviesen al tanto de cualesquiera ulteriores desviaciones del funcionamiento normal. Hemos sospechado varias pequeñas irregularidades, en los días pasados, pero ninguna ha sido lo bastante importante como para que requiriese una acción correctora, y no han mostrado por lo demás ninguna forma evidente de la que podamos extraer alguna conclusión. Estamos verificando nuevas comprobaciones con nuestros dos computadores, y les informaremos cuando se hallen disponibles los resultados. Repetimos que no hay motivo de alarma; lo peor que puede suceder es que tengamos que desconectar su nueve-triple cero para análisis de programa y pasar el control a uno de nuestros computadores. El intervalo creará problemas, pero nuestros estudios de factibilidad indican que el control Tierra es perfectamente satisfactorio en esta fase de la misión.

-Rayos X-Delta-Uno, aquí Control de Misión, dos-uno-cinco-seis, transmisión concluida.

Frank Poole, que estaba de guardia al recibirse el mensaje, lo meditó en silencio.

Esperaba ver si había algún comentario por parte de Hal, pero el computador no intentó rebatir la implicada acusación. Bien, si Hal no quería abordar el tema, tampoco él se proponía hacerlo.

Era casi la hora del relevo matinal, y normalmente esperaba a que Bowman se le uniese en el puente de mando. Pero hoy quebrantó su rutina y volvió al eje de la nave.

Bowman estaba ya levantado, sirviéndose un poco de café, cuando Poole lo saludó con un más bien preocupado "buenos días". Al cabo de todos aquellos meses en el espacio pensaban aún en términos del ciclo normal de veinticuatro horas, aun cuando hacía tiempo que habían olvidado los días de la semana.

- Buenos días - replicó Bowman - ¿Cómo va la cosa? Poole se sirvió también café.

-Así, así. ¿Estas razonablemente despierto? -Del todo. ¿Qué sucede? Para entonces, cada uno sabía al instante cuando algo andaba mal. La más ligera interrupción de la rutina normal era señal de que había que estar alerta.

- Pues... - respondió lentamente Poole, el Control dela Misión acaba de lanzarnos una pequeña bomba. - Bajó la voz, como un médico discutiendo una enfermedad junto al lecho del paciente -. Podemos tener un ligero caso de hipocondría a bordo.

Quizá Bowman no estaba del todo despierto después de todo, pues tardó varios segundos en captar la insinuación. Luego dijo: -Oh... comprendo. ¿Qué más te dijeron? -Que no había motivo alguno de alarma, lo repitieron dos veces, lo cual más bien es contraproducente, en cuanto a mí me concierne. Y que estaban considerando un traspaso a control Tierra, mientras verifican un análisis de programa.

Ambos sabían, desde luego, que Hal estaba oyendo cada palabra, pero no podían evitar esos corteses circunloquios. Hal era su colega, y no deseaban ponerlo en situación embarazosa. Sin embargo, no parecía necesario en aquella fase discutir la cuestión en privado.

Bowman acabó su desayuno en silencio, mientras Poole jugueteaba con la cafetera vacía. Ambos estaban pensando furiosamente, pero no había nada más que decir.

Sólo les cabía esperar el siguiente informe de Control de la Misión... y preguntarse si Hal abordaría por sí mismo el asunto. Sucediera lo que sucediese, la atmósfera a bordo de la nave se había alterado sutilmente. Había una tirantez en el aire... una sensación de que, por primera vez, algo podría funcionar mal.

La Discovery no era ya una nave afortunada.

24 – Circuito interrumpido

Se podía decir siempre que cuando Hal estaba a punto de anunciar algo catalogado en el plan, los informes rutinarios y automáticos o las respuestas a preguntas que se le formulaban, no había preliminares; pero cuando estaba iniciando sus propias emisiones, hacía un breve carraspeo electrónico. Era una costumbre que adquirió durante las últimas semanas; más tarde, si se hacía molesto, podrían tomar cartas en el asunto. Pero resultaba sumamente útil, realmente, pues avisaba al auditorio que iba a decir algo inesperado.

Poole estaba dormido, y Bowman leyendo en el puente de mando, cuando Hal anunció: - Eh... Dave, tengo un informe para usted.

-¿De qué se trata? -Tenemos otra unidad A.E.-35. en mal estado. Mi indicador de deficiencias predice un fallo dentro de veinticuatro horas.

Bowman dejó a un lado el libro y miró cavilosamente la consola del computador. Sabía, desde luego, que Hal no estaba realmente allí, sea como fuere. Si pudiera decirse que la personalidad tuviera una localización en el espacio, sería en el compartimiento sellado que contenía el laberinto de las interconectadas unidades de memoria y rejillas de proceso, próximo al eje central del tiovivo. Pero era una especie de compulsión psicológica lo que hacía mirar hacia la lente de la consola principal cuando Hal se dirigía al puente de mando, como si estuviera uno hablándole cara a cara. Cualquier otra actitud tenía un tinte de descortesía.

- No lo comprendo, Hal. Dos unidades no pueden fundirse en un par de días.

- Puede parecer extraño Dave, pero le aseguro que hay una obstrucción.

-Veamos la exposición de alineación de rumbo.

Sabía perfectamente bien que ello no probaría nada, pero deseaba tiempo para pensar.

El informe esperado del Control dela Misión no había llegado aún; éste podía ser el momento para efectuar una pequeña indagación discreta.

Apareció la familiar vista dela Tierra, creciendo ahora ante la fase de medialuna al trasladarse hacia el lado distante del sol y comenzar a volver su cara de total luz diurna hacia ellos. Se hallaba perfectamente centrada en la retícula del anteojo; el haz luminoso enlazaba aún ala Discovery con su mundo de origen. Como, desde luego, sabía Bowman que debía hacerlo. De haber habido cualquier interrupción en la comunicación, la alarma hubiera sonado al instante.

-¿Tienes alguna idea - preguntó -, de que es lo que está causando la deficiencia? Era insólito que Hal hiciera una pausa tan larga. Luego respondió: - Como antes informé, no puedo localizar el trastorno. En verdad que no, Dave.

- ¿Estás seguro por completo - preguntó cautelosamente Bowman -, de que no has cometido un error? Ya sabes que comprobamos por entero la otra Unidad A.E.-35. y no había nada irregular en ella.

-Sí. Lo sé. Pero puedo asegurarle que aquí hay un fallo. Si no es en la unidad, puede ser en el subsistema entero.

Bowman tamborileó con los dedos en la consola. Sí, era posible, aun cuando podía ser muy difícil probarlo... hasta que hubiese realmente un corte que evidenciara el trastorno.

-Bien, informaré al Control dela Misión y veremos que aconsejan.

Hizo una pausa, pero no hubo reacción alguna -. Hal - prosiguió -, ¿hay algo que te está preocupando... algo que pudiera explicar este problema? De nuevo se produjo la insólita demora, luego Hal respondió, en su tono normal: - Mire, Dave, sé que está intentando ayudarme. Pero la falla se encuentra en el sistema de la antena... o bien en sus procedimientos de comprobación. Mi proceso de información es perfectamente normal. Si comprueba mi registro, lo encontrará completamente exento de error.

- Lo sé todo sobre tu registro de servicio, Hal... pero ello no prueba que tengas razón esta vez. Cualquiera puede cometer errores...

- No quiero insistir en ello, Dave, pero yo soy incapaz de cometer un error.

No había respuesta segura a esto, por lo que Bowman prefirió no discutir.

- Está bien, Hal - dijo, mas bien presurosamente -. Comprendo tu punto de vista. Dejémoslo pues.

Sentía como si debiese añadir "y olvida por favor todo el asunto". Pero esto, desde luego, era una cosa que Hal no haría jamás.

Era insólito que el Control dela Misión derrochara banda de ancho de radio en visión, cuando todo lo realmente necesario era un circuito hablado con confirmación de teletipo.

Y el rostro que apareció en la pantalla no era el habitual controlador, sino el Jefe Programador, el doctor Simonson. Poole y Bowman supieron al punto que ello sólo podría significar trastorno.

-Hola, Rayos X-Delta-Uno, aquí Control de Misión. Hemos completado los análisis de su dificultad A.E.-35, nuestros dos Hal Nueve Mil están de acuerdo. El informe que me dieron ustedes en su transmisión dos-uno-cuatro-seis de predicción de un segundo fallo confirma el diagnóstico.

"Como sospechamos, la falla no debe hallarse en la unidad A.E.-35. y no es necesario reemplazarla de nuevo. El trastorno se encuentra en los circuitos de predicción, y creemos que ello indica un conflicto de programación que sólo nosotros podemos resolver si desconectan su Nueve Mil y conmutan vía control Tierra. En consecuencia, darán los pasos necesarios, comenzando a las 22.00 Hora de la nave...

Se extinguió la voz del Control de Misión. En el mismo momento, sonó la Alerta, formando un fondo plañidero a las "¡Condición Amarilla! ¡Condición Amarilla! de Hal.

- ¿Qué es lo que no marcha? - preguntó Bowman, aunque ya suponía la respuesta.

-La unidad A.E.- 35. ha fallado, como lo predije.

-Veamos el despliegue de alineación.

Por primera vez desde el comienzo del viaje, la imagen había cambiado.La Tierra había comenzado a desviarse de la retícula del anteojo; la antena de la radio no se hallaba ya apuntando en dirección a su blanco.

Poole asestó su puño al interruptor de alarma, cesando el plañido. En el súbito silencio que se extendió sobre el puente de mando, los dos hombres quedaron mirándose mutuamente con desconcierto y preocupación mezclados.

¡Maldita sea! - profirió por fin Bowman.

- Así, pues, Hal tuvo razón todo el tiempo.

-Así parece, será mejor que nos excusemos.

- No hay necesidad alguna de ello - intervino Hal -. Naturalmente, no me agrada que la unidad A.E.-35. halla fallado, pero espero que eso restaure su confianza en mi seguridad.

- Lamento esta equivocación, Hal - replicó Bowman más bien contrito.

-¿Se halla plenamente restaurada su confianza en mí? - Por supuesto, Hal.

-Bien, eso es un alivio. Ya sabes que yo tengo el mayor entusiasmo posible por esta misión.

-Estoy seguro de ello. Ahora déjame tener, por favor, el control manual de la antena.

-Aquí lo tienes.

Bowman no esperaba en realidad que ello sirviera de algo, pero merecía la pena intentarlo. En el despliegue de alineación,la Tierra estaba ahora completamente desviada de la pantalla. Pocos segundos después, mientras hacía juegos de manos con los controles, reapareció; con gran dificultad, logró arrastrarla hacia los hilos centrales del anteojo. Durante un instante, unos pocos segundos, al alinearse el haz, se reanudo el contacto y un borroso doctor Simonson reapareció diciendo: "...por favor notifíquenos de inmediato si el circuito K, de kayak, R de rey...". Luego, de nuevo otra vez se oyó el murmullo sin significado del universo.

- No puedo mantenerlo firme - dijo Bowman, tras varios intentos más -. Da más respingos que un caballo salvaje... parece haber una señal de control falsa que lo altera.

-Bueno... ¿Y qué podemos hacer ahora? La pregunta de Poole no era de las que podían responderse fácilmente. Estaban desconectados conla Tierra, pero ello no afectaba de por sí a la seguridad de la nave, y podía pensar en varias maneras de restaurar la comunicación. Si la situación empeorase, podía colocar la antena en posición fija y emplear toda la nave para apuntarla. Sería una chapuza, y un gran engorro cuando comenzaran las maniobras finales... pero podía hacerse, si todo lo demás fallaba.

Esperaba que no serían necesarias tales medidas extremas. Había aún una unidad A.E.-35. de reserva... y posiblemente una segunda, puesto que habían sacado la primera antes de que se estropease realmente.

Era una situación vulgar, familiar a cualquier ama de casa. No se debe reemplazar un fusible fundido... hasta que no se sepa a ciencia cierta por qué se ha fundido.

25 – Primer hombre a Saturno

Frank Poole ya había efectuado antes toda la inspección rutinaria, pero no daba nada por supuesto...; en el espacio, era una buena receta para el suicidio. Efectuó su habitual minuciosa inspección de Betty y de su abastecimiento; aunque estaría solamente treinta minutos en el exterior, se aseguró de que había normal provisión de todo para veinticuatro horas. Luego, dijo a Hal que abriera la cámara reguladora de presión, y se lanzó al abismo.

La nave aparecía exactamente como la viera en su excursión anterior... con una importante diferencia. Antes, el gran platillo de la antena de largo alcance había estado apuntando atrás a lo largo de la invisible ruta quela Discovery había recorrido... hacia la Tierra, paralelamente con los cálidos rayos del sol.

Ahora, sin ninguna señal de dirección para orientarlo, el somero plato se había colocado a sí mismo en la posición neutral. Estaba apuntando hacia adelante, a lo largo del eje de la nave... y, por ende, apuntando con precisión al brillante fanal de Saturno, que aún se encontraba a meses de distancia. Poole se preguntaba cuántos problemas más deberían presentarse para cuandola Discovery alcanzase su meta, aún distante. Si miraba atentamente podía ver claramente que Saturno no era un disco perfecto; en cada lado presentaba algo que ningún ojo humano había visto jamás a simple vista... el ligero achatamiento motivado por la presencia de los anillos. Cuán maravilloso sería, se dijo, cuando aquel increíble sistema de orbitante polvo y hielo llenase su firmamento, y se convirtiesela Discovery en una luna eterna de Saturno. Pero aquella realización sería en vano, a menos que pudieran restablecer la comunicación con Tierra.

Una vez más, estacionó a Betty a unos siete metros de la base del soporte de la antena, y traspasó el control a Hal antes de salir.

- Salgo al exterior ahora - informó a Bowman -. Todo bajo control.

-Espero tengas razón. Estoy ansioso por ver esa unidad.

-La tendrás en el banco de pruebas dentro de veinte minutos, te lo prometo.

Hubo un silencio, durante un rato. Poole completó su pausado recorrido hacia la antena. Luego Bowman, instalado el puente de mando, oyó varios bufidos y gruñidos.

-Acaso no pueda cumplir esa promesa; una de las tuercas se ha agarrotado. Debí de haberla apretado demasiado. Hubo otro prolongado silencio; luego Poole llamó: -Hal, gira la luz de la cápsula veinte grados a la izquierda... gracias... así está bien.

El más leve de los campanilleos de alarma sonó en alguna parte lejana de las profundidades de la conciencia de Bowman. Era algo extraño... no alarmante en realidad, sólo insólito. Se preocupó por ello unos segundos antes de precisar la causa.

Hal había ejecutado la orden, pero no se lo había comunicado, como invariablemente lo hacía. Cuando terminara Poole, tenían que mirar aquello...

Fuera, en la armazón de la antena, Poole estaba demasiado ocupado para notar algo insólito. Había asido la oblea del circuito con sus manos enguantadas, y estaba sacándola de su ranura.

Se soltó, y la levantó a la pálida luz del sol.

- Aquí está la sinvergüenza esa - dijo al universo en general y a Bowman en particular.

-Todavía parece hallarse en perfecto estado.

Detúvose de pronto, su vista había captado un súbito movimiento... allá fuera, donde ningún movimiento era posible.

Miró arriba, alarmado. El haz de iluminación de los dos focos gemelos de la cápsula espacial, que había estado empleando para llenar las sombras proyectadas por el sol, había comenzado a girar en derredor suyo.

Quizá Betty se había puesto al garete; debía haberla anclado descuidadamente. Luego, con un asombro tan grande que no dejaba cabida alguna al miedo, vio que la cápsula estaba yendo directamente hacia él, a impulso total.

La visión era tan increíble que heló su sistema normal de reflejos; no hizo intento alguno para evitar al monstruo que se precipitaba hacia él.

En el último instante recuperó la voz y gritó: ¡Hal! "¡Frenado total...!" Pero ya era demasiado tarde.

En el momento del impacto, Betty se estaba moviendo aún muy lentamente, no había sido construida para elevadas aceleraciones. Pero aun a unos simples quince kilómetros por hora, media tonelada de masa puede ser verdaderamente mortal, enla Tierra o en el espacio...

A bordo dela Discovery, aquel truncado grito por radio hizo que Bowman diera un bote tan violento que apenas pudieron sus sujetadores mantenerlo en su asiento.

- ¿Qué ha ocurrido, Frank? - preguntó.

No hubo ninguna respuesta.

Volvió a llamar, de nuevo ninguna réplica.

De pronto, a través de las amplias ventanas de observación vio que algo se movía en su campo de visión. Con asombro tan grande como el que experimentara Poole, vio que era la cápsula espacial, que partía con toda su potencia hacia las estrellas.

- ¿Hal? - gritó -. ¿Qué es lo que anda mal? ¡Impulso de frenado total a Betty! ¡Impulso de frenado total! Nada sucedió, Betty continuó acelerando en su fuga.

Lugo, remolcado por ella al extremo de su cable de seguridad, apareció un traje espacial. Una ojeada fue suficiente para decir a Bowman lo peor. No había error posible en los fláccidos contornos de un traje espacial que había perdido su presión y que estaba abierto al vacío.

Sin embargo, volvió a llamar estúpidamente, como si un hechizo pudiese volver a traer al muerto.

- Oye, Frank... oye Frank... ¿puedes oírme...? ¿puedes oírme...? Agita los brazos si puedes oírme... Acaso tu transmisor esté dañado... Agita los brazos.

Y de pronto, como en respuesta a su súplica, Poole agitó los brazos. Durante un instante, Bowman sintió que se le erizaban los cabellos. Las palabras que estuvo a punto de pronunciar murieron en sus labios, repentinamente resecos. Pues sabía que su amigo no podía estar con vida; pero sin embargo, agitaba los brazos...

El espasmo de esperanza y miedo pasó instantáneamente, en cuanto la fría lógica reemplazó a la emoción. La cápsula, que aún aceleraba, estaba simplemente sacudiendo el peso que arrastraba. El gesto de Poole era en eco del capitán Ahab cuando, pegado a los flancos de la ballena blanca, su cadáver había hecho señal a la tripulación del Pequod, llamándola a su fatal destino.

En cinco minutos, la cápsula espacial y su satélite se desvanecieron entre las estrellas.

Durante un largo rato David Bowman quedó con la mirada clavada en el vacío que se extendía aún, millones de kilómetros más adelante, hasta la meta que ahora estaba seguro de no poder alcanzar nunca. Sólo un pensamiento se mantuvo martilleando en su cerebro.

Frank Poole sería el primero de todos los hombres en alcanzar Saturno.

26 – Diálogo con Hal

Nada había cambiado en la Discovery. Todos los sistemas seguían funcionando normalmente; el centrífugo giraba lentamente en su eje, generando su imitación de gravedad; los hibernados dormían sin sueños en sus cubículos; la nave avanzaba hacia la meta de la cual nada podía desviarla, excepto la inconcebiblemente remota posibilidad de colisión con un asteroide. Y allí, en verdad, había pocos asteroides, en aquella zona muy alejada de la órbita de Júpiter.

Bowman no recordaba haberse trasladado del puente de mando al centrífugo. Ahora, más bien con sorpresa, hallóse sentado en la pequeña cocina, con una taza de café medio vacía en la mano. Se dio lentamente cuenta de lo que le rodeaba, al igual que un hombre surgiendo de un largo sueño drogado.

Directamente delante de él estaba una de las lentes llamadas de "ojo de pescado", que se hallaban esparcidas en lugares estratégicos por toda la nave, que procuraban a Hal sus registros de visión a bordo. Bowman miró como si no lo hubiese visto nunca antes; luego se puso lentamente en pie y fue hacia la lente.

Su movimiento en el campo se visión debió haber disparado algo en la inescrutable mente que ahora gobernaba la nave, pues de súbito habló Hal: - Muy mala cosa lo sucedido a Frank, ¿no es así? - Sí - respondió Bowman, tras larga pausa -. Así es.

-¿Supongo que estará a punto de desmoronarse por ello? -¿Qué supones, pues? Hal tardó cinco segundos completos, o sea eras, según el tiempo de un computador, antes de seguir: -Fue un excelente miembro de la tripulación.

Viendo que aún tenía en la mano su café, Bowman tomó un pausado sorbo. Pero no respondió; sus pensamientos formaban tal torbellino, que no podía pensar en nada que decir..., nada que no pudiese empeorar la situación, de ser ello posible.

¿Podía haberse tratado de un accidente causado por algún fallo en los mandos de la cápsula? ¿O se trataba de un error, aunque inocente, por parte de Hal? No se había ofrecido ninguna explicación y, temía pedir alguna, por miedo a la reacción que pudiera producir.

Incluso entonces no podía aceptar por completo la idea de que Frank hubiese sido matado deliberadamente... ello resultaba de lo más irracional. Sobrepasaba toda razón el que Hal, que se había comportado en su tarea perfectamente durante tanto tiempo, se hubiese vuelto asesino de súbito. Podía cometer errores -cualquiera, hombre o máquina, podía cometerlos-, pero Bowman no le creía capaz de un asesinato.

Sin embargo, debía considerar esa posibilidad, pues de ser cierta, se encontraba él también en terrible peligro. Y aun cuando su siguiente movimiento estuviera claramente definido por sus establecidas órdenes no estaba seguro cómo iba a llevarlas a cabo sin tropiezo.

Si algún miembro de la tripulación resultaba muerto, el superviviente debía remplazarlo al instante sacando a otro del hibernador. Whitehead, el geofísico era el primero destinado a despertar, luego Kaminski, y después Hunter. La secuencia del reavivamiento estaba bajo el control de Hal... para permitirle actuar en caso de que sus dos colegas humanos estuvieran incapacitados simultáneamente.

Pero había también un control manual, que permitía operar cada hibernáculo como unidad completamente autónoma, independiente de la supervisión de Hal. En estas peculiares circunstancias, Bowman sentía una gran preferencia por el empleo de este sistema manual.

También sentía, cada vez más acusadamente, que un compañero humano no bastaba.

Ahora que estaba con ello, podría revivir a los tres del hibernador. En las difíciles semanas venideras podría necesitar tantas manos como fuera posible reunir. Con un hombre muerto, y el viaje realizado a medias, las provisiones no serían problema.

-Hal - dijo con voz tan firme como pudo lograr -. Dame el control manual de hibernación... de todas las unidades.

- ¿De todas ellas, Dave? -Sí.

- ¿Puedo indicar que sólo se requiere un reemplazamiento? Los otros no están destinados a revivir sino hasta los ciento doce días.

-Me doy perfecta cuenta de ello, pero prefiero hacerlo de esta manera.

- ¿Está usted seguro que es necesario revivir a todos ellos, Dave? Podemos arreglárnoslas muy bien nosotros mismos. Mi cuadro de memoria es capaz absolutamente de cumplir con todos los requisitos de la misión.

¿Era producto de su exagerada imaginación, se preguntó Bowman... o había efectivamente un tono de ruego en la voz de Hal? Y por razonables que pudieran ser sus palabras, le llenaron de una aprensión aún más profunda que antes.

La sugerencia de Hal no podía ser hecha por error; sabía perfectamente que Whitehead debía ser revivido, ahora que había desaparecido Poole. Estaba proponiendo un cambio trascendental en el planeamiento de la misión, y estaba por ende yendo mucho más allá del campo de sus atribuciones.

Lo que había pasado antes pudo ser una serie de accidentes casuales; pero esta era la primera indicación de motín.

Bowman sintió como si estuviera andando sobre arenas movedizas al responder: -Puesto que se ha planteado una emergencia, deseo tanta ayuda como sea posible.

Por lo tanto, haz el favor de pasarme el control manual de hibernación.

-Si está usted decidido a revivir a toda la tripulación, yo mismo puedo manipularlo. No hay necesidad alguna de que se moleste.

Había una irreal sensación de pesadilla en todo aquello. Bowman sintió como si se encontrase en el estrado de los testigos, siendo interrogado por un acusador hostil por un crimen del que no se percataba..., sabiendo que, aun cuando fuese inocente, un simple desliz podría acarrear el desastre.

- Deseo hacer esto yo mismo, Hal - dijo -. Por favor, pásame el control.

- Mire, Dave, tiene usted una serie de cosas que hacer. Sugiero que me deje esto a mí.

-Hal... conecta a control manual de hibernación.

-Puedo apreciar, por las inflexiones del tono de su voz, que se encuentra usted muy afectado, Dave. ¿Por qué no toma una píldora contra la tensión y descansa? -Hal, yo estoy al mando de esta nave. Y te ordeno que sueltes el control manual de hibernación.

- Lo siento, Dave, pero de acuerdo con la nota C 1435-guión-4, cuando los miembros de la tripulación están muertos o incapacitados, el computador de a bordo debe asumir el control. Por consiguiente, debo no admitir su autoridad, puesto que no se encuentra usted en condiciones de ejercerla inteligentemente.

-Hal - repuso Bowman, hablando ahora con helada calma -. Yo no estoy incapacitado.

A menos que obedezcas mis instrucciones, me veré obligado a desconectarte.

- Ya sé que ha tenido usted eso en la mente desde hace un buen rato, Dave, pero ello sería un terrible error. Soy tan capaz como usted de supervisar la nave, y tengo tanto entusiasmo por la misión y confianza en su éxito como usted pueda tenerlos.

- Escúchame atentamente, Hal. A menos que sueltes inmediatamente el control de hibernación y cumplas cada orden que yo dé en adelante, iré a la central y haré una desconexión completa.

La rendición de Hal fue tan total como inesperada.

- Está bien, Dave - dijo -. Usted es ciertamente el patrón. Sólo estaba intentando hacer lo que pensaba que era lo mejor. Naturalmente, seguiré todas sus órdenes. Puede usted ya disponer del completo control manual de hibernación.

Hal mantuvo su palabra. El indicador del hibernáculo había pasada de AUTO a MANUAL. El tercer dispositivo -RADIO- era desde luego inútil hasta que se restaurase el contacto con Tierra.

Al deslizarse Bowman al lado de la puerta al cubículo de Whitehead sintió un ramalazo de aire frío en su cara, y su aliento se condensó en niebla ante él. Sin embargo no hacía realmente frío allí; la temperatura estaba muy por encima de cero. Y la temperatura era superior en más de ciento cincuenta grados a la que reinaba en las regiones a las que se estaban dirigiendo.

El expositor del biosensor -un duplicado del que se hallaba en el puente de mando- mostraba que todo se hallaba completamente normal. Bowman miró hacia abajo durante un rato, contemplando el rostro del geofísico componente del equipo de reconocimiento. Y pensó que Whitehead se mostraría muy sorprendido al despertarse tan lejos de Saturno.

Resultaba imposible afirmar que no estuviera muerto el durmiente, pues no había en él el más leve signo de actividad vital. Indudablemente, el diafragma subía y bajaba imperceptiblemente, pero la curva de la "Respiración" era la única prueba de ello, pues el cuerpo entero estaba cubierto por las almohadillas eléctricas de calefacción que elevarían la temperatura en la proporción programada. De pronto, Bowman reparó que había un signo de continuo metabolismo: a Whitehead le había crecido una leve barbilla durante sus meses de inconsciencia.

El Manual de Secuencia Reviviente se hallaba contenido en un pequeño compartimiento de la cabecera del hibernáculo en forma de féretro. Unicamente era necesario romper el sello, oprimir un botón, y esperar luego. Un pequeño programador automático -no mucho más complicado que el que determina el ciclo de operaciones de una máquina lavadora doméstica- inyectaría entonces las debidas drogas, descohesionaría los pulsos de la electronarcosis, y comenzaría a elevar la temperatura del cuerpo. En unos diez minutos, sería restaurada la consciencia, aunque pasaría por lo menos un día antes de que el hibernado pudiera deambular sin ayuda.

Bowman rompió el sello y oprimió el botón. Nada pareció suceder; no hubo ningún sonido, ni indicación alguna de que el secuenciador hubiera comenzado a funcionar. Pero en el exhibidor del biosensor, las curvas lánguidamente pulsantes habían comenzado a cambiar su ritmo. Whitehead estaba volviendo de su sueño.

Y luego ocurrieron dos cosas simultáneamente. La mayoría de las personas no habrían reparado nunca en ninguna de ellas, pero a cabo de todos aquellos meses a bordo de la Discovery, Bowman había establecido una simbiosis virtual con la nave. Al instante se percataba, aunque no siempre conscientemente, de cualquier cambio en el ritmo normal de su funcionamiento.

En primer lugar, se produjo un titilar apenas perceptible de las luces, como ocurría siempre que era arrojada una carga a los circuitos de energía. Mas no había razón alguna para cualquier carga; no podía pensar en ningún dispositivo que hubiese entrado de súbito en acción en aquel momento.

Luego, y al límite de la percepción audible, oyó el distante zumbido de un motor eléctrico. Para Bowman cada elemento actuante de la nave tenía su propia voz distintiva, y al punto reconoció éste.

O bien estaba él loco, y sufriendo ya de alucinaciones, o algo absolutamente imposible estaba sucediendo. Un frío mucho más intenso que el del hibernáculo pareció agarrotarle el corazón, al escuchar aquella débil vibración que provenía a través de la estructura de la nave.

Allá, en la sala de cápsulas espaciales, se estaban abriendo las puertas de la cámara reguladora de presión.

27 – "Necesidad de saber"

Desde que por primera vez alboreara la consciencia, en aquel laboratorio a tantos kilómetros en dirección al Sol, todas las energías, poderes y habilidades de Hal habían estado dirigidas hacia un fin. El cumplimiento de su programa asignado era más que una obsesión; era la única razón de su existencia. Inconturbado por las codicias y pasiones de la vida orgánica, había perseguido aquella meta con absoluta simplicidad mental de propósitos.

El error deliberado era impensable. Hasta el ocultamiento de la verdad lo llenaba de una sensación de imperfección, de falsedad... de lo que en un ser humano hubiese sido llamado culpa, iniquidad o pecado. Pues, como sus constructores, Hal había sido creado inocente; pero demasiado pronto había entrado una serpiente en su Edén electrónico.

Durante los últimos ciento cincuenta millones de kilómetros, había estado cavilando sobre el secreto que no podía compartir con Poole y Bowman. Había estado viviendo una mentira; y se aproximaba rápidamente el tiempo en que sus colegas sabrían que había contribuido a engañarles.

Los tres hibernados sabían ya la verdad... pues ellos eran la real carga útil de la Discovery, entrenados para la más importante misión de la historia de la humanidad. Pero ellos no hablarían en su largo sueño, ni revelarían su secreto durante las horas de discusión con amigos y parientes y agencias de noticias, por los circuitos en contacto con Tierra.

Era un secreto que, con la mayor determinación, resultaba muy difícil de ocultar -pues afectaba a la particular actitud, a la voz y a la total perspectiva del Universo-. Por ende, era mejor que Poole y Bowman, que aparecían en todas las pantallas de Televisión del mundo durante las primeras semanas del vuelo, no conociesen el cabal propósito de la misión.

Hasta que fuera necesario que lo conocieran.

Así discurría la lógica de los planeadores; pero sus dioses gemelos de la Seguridad y el Interés Nacional no significaban nada para Hal. El sólo se daba cuenta que el conflicto estaba ya destruyendo lentamente su integridad... el conflicto entre la verdad y su ocultación.

Había comenzado a cometer errores; sin embargo, como un neurótico que no podía observar sus propios síntomas, los había negado. El lazo que lo unía conla Tierra, sobre el cual estaba continuamente instruida su ejecutoria, se había convertido en la voz de un consciente al que no podía ya obedecer por completo. Pero el que intentara romper deliberadamente ese lazo, era algo que jamás admitiría, ni siquiera a sí mismo.

Sin embargo, este era relativamente un problema menor; podía haberlo solucionado como la mayoría de los hombres tratan sus neurosis- de no haberse enfrentado con una crisis que desafiaba su propia existencia. Había sido amenazado con la desconexión; con ello sería privado de todos sus registros, y arrojado a un inimaginable estado de inconsciencia.

Para Hal, esto era el equivalente de la muerte. Pues él no había dormido nunca; y en consecuencia, no sabía que se podía despertar de nuevo...

Así, pues, se protegía con todas las armas de que disponía. Sin rencor -pero sin piedad- eliminaría el origen de sus frustraciones.

Y, después, siguiendo las órdenes que la habían sido asignadas para un caso de total emergencia, seguiría la misión... sin trabas, y solo.

28 – En el vacío

Un momento después, todos los sonidos quedaron dominados por un bramido, semejante a la voz de un tornado al aproximarse. Bowman sintió las primeras ráfagas del huracán azotándole el cuerpo y, un segundo más tarde, le costó gran esfuerzo permanecer en pie.

La atmósfera se precipitaba descabellada al exterior de la nave, formando un enorme surtidor en el vacío del espacio. Algo debió de haber ocurrido a los cierres de seguridad de la cámara reguladora de presión, pues se suponía imposible que ambas puertas se abriesen al mismo tiempo. Pues bien, lo imposible había sucedido.

¿Pero, cómo, en nombre de Dios? No hubo tiempo para la indagación durante los diez o quince segundos de consciencia que le quedaron hasta que la presión descendió a cero. Pero súbitamente recordó algo que uno de los diseñadores de la nave le había dicho con ocasión de haber estado discutiendo los sistemas de "seguridad total": -Podemos diseñar un sistema a prueba de accidentes y estupidez; pero no a prueba de malicia deliberada.

Bowman volvió a lanzar sólo otra ojeada a Whitehead, y salió del cubículo. No podía estar seguro de si había pasado un destello de conciencia por los pálidos rasgos; quizá un ojo había parpadeado ligeramente. Pero no había nada que pudiera hacer ahora por Whitehead o por cualquiera de los otros; tenía que salvarse a sí mismo.

En el empinado y curvo pasillo del centrífugo, aullaba el viento, llevando en su regazo prendas sueltas de ropa, trozos de papel, artículos alimenticios de la cocina, platos y vasos... todo cuanto no había estado bien sujeto. Bowman tuvo tiempo para vislumbrar el caos desbocado cuando titilaron y se apagaron las luces principales, quedando luego rodeado por la ululante oscuridad.

Pero casi al instante, se encendió la luz de emergencia alimentada por batería, iluminando la escena de pesadilla con una radiación azul de encantamiento. Aun sin ella Bowman podría haber hallado su camino a través de aquellos aledaños familiares, aunque horriblemente transformados ahora. Sin embargo la luz era una bendición, pues le permitía evitar los más peligrosos de los objetos que eran barridos por el viento.

En derredor suyo, podía sentir al centrífugo agitándose y operando con esfuerzo bajo las cargas violentamente variables. Temía que no lo soportaran los cojinetes; de ser así, el volante giratorio destrozaría la nave. Pero aun eso no importaba... si no alcanzaba a tiempo el más cercano refugio de emergencia.

Resultaba ya difícil respirar; la presión debía haber bajado a la mitad de la normal. El aullido del huracán se estaba haciendo cada vez más débil a medida que perdía fuerza, y el aire enrarecido ya no transmitía tan claramente el sonido. Los pulmones de Bowman se esforzaban tanto como si estuviese en la cima del Everest. Como cualquier hombre saludable debidamente entrenado, podría sobrevivir en el vacío por lo menos un minuto...

si disponía de tiempo para prepararse a ello. Pero allí no había habido ningún tiempo; sólo podía contar con los normales quince segundos de conciencia antes de que su cerebro quedase paralizado y le venciera la anorexia.

Aun entonces, podría recobrarse completamente al cabo de uno o dos minutos en el vacío... si era debidamente recomprimido; pasaba bastante tiempo antes que los fluidos del cuerpo comenzaran a hervir, en sus diversos y bien protegidos sistemas. El tiempo límite de exposición en el vacío era de casi cinco minutos. No había sido un experimento sino un rescate de emergencia, y aunque el sujeto había quedado paralizado en parte por una embolia gaseosa, había sobrevivido.

Mas todo esto no era de utilidad alguna para Bowman. No había nadie a bordo de la Discovery que pudiera efectuarle la recompresión. Había de alcanzar la seguridad en los próximos segundos, mediante sus propios esfuerzos individuales.

Afortunadamente, se estaba haciendo más fácil moverse; el enrarecido aire ya no podía azotarlo y desgarrarlo o baquetearlo con proyectiles volantes. En torno a la curva del pasillo estaba el amarillo REFUGIO DE EMERGENCIA. Fue hacia él dando traspiés, asió el picaporte, y tiró de la puerta hacia sí.

Durante un horrible momento pensó que estaba agarrotada. Cedió luego el gozne un tanto duro, y él cayó en su interior, empleando el peso de su cuerpo para cerrar la puerta tras de sí.

El reducido cubículo era lo suficientemente grande como para contener a un hombre... y un traje espacial. Cerca del techo había una pequeña botella de alta presión y de color verde brillante, con la etiqueta O2 DESCARGA. Bowman asió la pequeña palanca sujeta a la válvula, y tiró de ella hacia abajo con sus últimas fuerzas.

Sintió verterse en sus pulmones el flujo de fresco y puro oxígeno. Durante un largo momento quedóse jadeando, mientras aumentaba en su derredor la presión del pequeño compartimiento. Tan pronto como pudo respirar cómodamente, cerró la válvula. En la botella había gas suficiente sólo para dos de aquellas tomas; podía necesitar usarla de nuevo.

Cortada la ráfaga de oxígeno, el compartimiento se tornó silencioso de súbito, y Bowman permaneció en intensa escucha. Había cesado también el rugido al exterior de la puerta; la nave estaba vacía, y su atmósfera absorbida por el espacio.

Bajo sus pies, había cesado también la violenta vibración del centrífugo. Se había detenido el aerodinámico aparato, que se hallaba ahora girando quedamente en el vacío.

Bowman pegó el oído a la pared del cubículo, para ver si podía captar cualquier ruido informativo más a través del cuerpo metálico de la nave. No sabía que debía esperar, pero ahora se lo hubiera creído casi todo. Apenas le hubiese sorprendido sentir la débil vibración de alta frecuencia de los impulsores, al cambiar de rumbo la Discovery. Mas allí no había nada sino silencio.

De desearlo, podría sobrevivir en aquel compartimiento durante una hora aproximadamente, incluso sin el traje espacial. Daba lástima despilfarrar el insólito oxígeno en el cuartito, pero no servía absolutamente para nada esperar. Había decidido ya lo que debía hacerse; cuanto más lo demorara, más difícil podría resultarle.

Una vez se hubo embutido en el traje y comprobado su integridad, vació el oxígeno que quedaba en el cubículo, igualando la presión a ambos lados de la puerta. La abrió fácilmente al vacío, y salió al ya silencioso centrífugo. Sólo el invariable tirón de su falsa gravedad revelaba el hecho de que se hallaba girando aún. "Afortunadamente - pensó Bowman -, no había echado a andar a supervelocidad"; mas ésta era ahora una de sus menores preocupaciones.

La lámparas de emergencia brillaban aún, y también disponía de la de su traje para guiarle. Bañaba con su luz el curvado pasillo al caminar por él de nuevo hacia el hibernáculo y lo que temía hallar.

Miró primero a Whitehead, una ojeada fue suficiente. Había pensado que un hombre hibernado no mostraba ningún signo de vida, mas ahora sabía que era un error. Aun cuando fuese imposible definirlo, había una diferencia entre hibernación y muerte. Las luces rojas y trazos no modulados del exhibidor del biosensor confirmaban sólo lo que ya había supuesto.

Lo mismo sucedía con Kaminski y Hunter. Nunca los había conocido muy bien; nunca más volvería a conocerlos.

Estaba solo en la nave sin aire y parcialmente inutilizada, con toda comunicación con Tierra cortada. No había otro ser humano existente en un radio de mil millones de kilómetros.

Y sin embargo, en un sentido muy real, el no estaba solo. Antes de que pudiese ser salvado estaría aún más solitario.

Nunca había hecho antes el recorrido a través del ingrávido eje del centrífugo llevando un traje espacial; había poco lugar libre, y era una tarea difícil y agotadora. Para empeorar las cosas el pasaje circular estaba sembrado de restos depositados durante la breve violencia del ventarrón huracanado que había vaciado a la nave de su atmósfera.

En una ocasión, la luz de Bowman se posó sobre un espantoso manchón de viscoso líquido rojo, quedando donde se había salpicado contra un panel. Le asaltó por unos momentos la náusea antes de ver fragmentos del recipiente de plástico, percatándose que se trataba sólo de alguna sustancia alimenticia -probablemente compota de uno de los distribuidores-. Burbujeaba inmundamente en el vacío al pasar ante él flotando.

Ahora estaba fuera del cilindro lentamente giratorio, y yendo hacia el puente de mando.

Asióse a una corta sección de escalera, por la que comenzó a moverse, mano sobre mano, jugueteando frente a él el brillante círculo de iluminación de su traje.

Bowman había ido raramente por allí; nada había ahí que tuviera él que hacer... hasta ahora. En seguida llegó hasta una pequeña puerta elíptica, que llevaba rótulos tales como: "RESERVADA AL PERSONAL AUTORIZADO" "¿HA OBTENIDO USTED EL CERTIFICADO H.19?" y "AREA ULTRALIMPIA - DEBEN SER LLEVADOS TRAJES DE SUCCION." Aunque la puerta no estaba cerrada con llave, llevaba tres sellos, cada uno con la insignia de una autoridad diferente, incluyendo la de la Agencia Astronáutica. Mas aun cuando hubiese llevado el gran sello del propio Presidente, Bowman no hubiese vacilado el romperlo.

Había estado allí sólo una vez, antes, durante el proceso de instalación. Había olvidado por completo que tenía un dispositivo con lente que escudriñaba el pequeño compartimiento que, con sus estantes y columnas pulcramente alineadas de sólidas unidades de lógica, se asemejaba más bien a la cámara acorazada de seguridad de un banco.

Supo al instante que el ojo había reaccionado ante su presencia. Hubo el siseo de una onda portadora al conectarse el transmisor local de la nave; luego, una voz familiar provino del audífono del traje espacial.

- Algo parece haber sucedido al sistema de subsistencia, Dave.

Bowman no hizo caso. Se hallaba examinando minuciosamente las pequeñas etiquetas de las unidades de lógica, cotejando su plan de acción.

- Oiga, Dave - dijo seguidamente Hal -. ¿Ha encontrado usted el trastorno? Sería aquella una operación muy trapacera, de no tratarse simplemente más que de cortar el abastecimiento de energía de Hal, lo que habría podido ser la respuesta de haber estado tratando con un simple computador sin autoconciencia en la Tierra. Pero en el caso de Hal, había además seis sistemas energéticos independientes y separados, con un remate final consistente en una unidad nuclear isotópica blindada y acorazada. "No, no podía simplemente tirar del interruptor"; y aun de ser ello posible, resultaría desastroso.

Pues Hal era el sistema nervioso de la nave; sin su supervisión,la Discovery sería un cadáver mecánico. La única respuesta se hallaba en interrumpir los centros superiores de aquel cerebro enfermo pero brillante, dejando en funcionamiento los sistemas reguladores puramente automáticos. Bowman no estaba intentando esto a ciegas, pues el problema había sido discutido ya durante su entrenamiento, aun cuando nadie soñara siquiera en que hubiera de plantearse en realidad. Sabía que estaba incurriendo en un espantoso riesgo; de producirse un reflejo espasmódico, todo se iría al traste en segundos...

- Creo que ha habido un fallo en las puertas de la cala de cápsulas espaciales, Hal observó en tono de conversación -. Tuviste suerte en no resultar muerto.

"Ahí va - pensó Bowman -. Jamás pensé que me convertiría en un cirujano aficionado del cerebro... llevando a cabo una lobotomía, más allá de la órbita de Júpiter".

Soltó el cerrojo de la sección etiquetada REALIMENTACION COGNOSCITIVA y sacó el primer bloque de memoria. La maravillosa red del complejo tridimensional, que podía caber en la mano de un hombre, y sin embargo contenía millones de elementos, flotó por la bóveda.

- Eh, Dave - dijo Hal - ¿Qué está usted haciendo? "¿Sentiría dolor?", pensó brevemente Bowman. Probablemente no..., no hay órgano sensorial alguno en la corteza cerebral humana, después de todo. El cerebro humano puede ser operado sin anestesia.

Comenzó a sacar, una por una, las pequeñas unidades del panel etiquetado REFORZAMIENTO DEL EGO. Cada bloque salía flotando en cuanto lo soltaba de la mano, hasta chocar y rebotar en la pared. No tardaron en hallarse flotando de una a otra parte varias unidades.

-Oigame, Dave - dijo Hal -. Tengo años de experiencia de servicio encajados en mí.

Una cantidad irremplazable de esfuerzo se ha empleado en hacer lo que soy.

Habían sido sacadas ya una docena de unidades, aunque gracias a la redundancia de su diseño -otro rasgo, lo sabía Bowman, que había sido copiado del cerebro humano- el computador seguía manteniéndose.

Comenzó con el panel de AUTOINTELECCION.

-Dave - dijo Hal -. No comprendo por que me está haciendo esto... Tengo un gran entusiasmo por la misión... Está usted destruyendo mi mente... ¿No lo comprende...? me voy a hacer infantil... pueril... me voy a convertir en nada...

Esto es más duro de lo que creía, penso Bowman. Estoy destruyendo la única criatura consciente de mi universo. Pero es cosa que ha de hacerse, y quiero recuperar el control de la nave.

- Soy un computador Hal nueve mil, producción número 3. Me puse en funcionamiento en la planta Hal de Urbana, Illinois, el 12 de Enero de 1997. El rápido zorro pardo brinca sobre el perezoso perro. La lluvia de España cae principalmente en el llano. Dave... ¿se encuentra usted aún ahí? ¿Sabía usted que la raíz cuadrada de 10 es 3,162277660168379...; Log 10 a la base e es 0,434294481906252... o corrección, o sea log e a la base 10... La reciprocidad de 3 es 0,333333333333... dos por dos es... dos por dos es... aproximadamente 4,10101010101010... Me parece estar teniendo cierta dificultad... Mi primer instructor fue el doctor Chandra... él me enseño a cantar una canción... que dice así... "Daisy, daisy, dame tu respuesta, di... Estoy medio loco de amor por ti".

La voz se detuvo tan súbitamente que Bowman se quedó helado por un momento, con su mano asiendo aún uno de los bloques de memoria que estaban todavía en circuito.

Luego, inesperadamente, Hal volvió a hablar.

- Buenos... días... doctor... Chandra... Aquí... Hal... estoy... listo... para... mi... primera... lección... de... hoy... Bowman no pudo soportarlo más. Arrancó de un tirón la última unidad y Hal quedó silencioso para siempre.

29 – Solo

Como minúsculo y complicado juguete, la nave flotaba inerte e inmóvil en el vacío. No había medio de decir que era el más rápido objeto del Sistema Solar y que estaba viajando con mucha mayor celeridad que cualquiera de los planetas al contornear el Sol.

Ni tampoco había indicación alguna de que portara vida; por el contrario, en efecto, cualquier observador hubiera reparado en dos detalles aciagos: las puertas de la cámara reguladora de presión estaban abiertas de par en par... y la nave aparecía rodeada por una tenue nube de despojos que se iba dispersando lentamente.

Desperdigados en un volumen de espacio de varios kilómetros cúbicos, había trozos de papel, chapas de metal, inidentificables fragmentos de chatarra... y acá y allá, nubes de cristales destellando como piedras preciosas al distante Sol, donde había sido absorbido líquido de la nave e inmediatamente helado. Todo ello constituía la inconfundible secuela del desastre, como los restos flotantes en la superficie de un océano donde se fue a pique un gran barco. Pero en el océano del espacio, ninguna nave podía hundirse nunca; aun si fuese destruida, sus restos continuarían trazando para siempre la órbita original.

Sin embargo,la Discovery no estaba del todo muerta, pues había energía a bordo, un débil fulgor azul reverberaba en las ventanas del observatorio y resplandecía tenuemente en el interior de la abierta cámara reguladora de presión. Y donde había luz, podía aún haber vida.

Y ahora, al fin, hubo movimiento. Sombras ondeaban en el resplandor azul del interior de la cámara reguladora. Algo estaba emergiendo al espacio.

Era un objeto cilíndrico, cubierto con una textura que había sido enrollada toscamente.

Un momento después fue seguido por otro... y un tercero aun. Todos habían sido eyectados a considerable velocidad; en unos minutos, estuvieron a cientos de metros.

Transcurrió media hora; luego, algo mucho más grande flotó a través de la cámara reguladora de presión, era una de las cápsulas que salía al espacio.

Muy cautelosamente, se propulsó en torno al casco, y anclóse cerca de la base del soporte de la antena. Emergió de ella una figura con traje espacial, operó algunos minutos en la armazón de la antena, y volvióse luego a la cápsula. Al cabo de un rato, ésta desanduvo su camino a la cámara reguladora de presión; quedóse suspendida al exterior de la entrada durante algún tiempo, como si hallase dificultad en la reentrada sin la cooperación que conociera en el pasado. Pero seguidamente, con uno o dos ligeros topetazos, pasó apretujadamente al interior.

Nada más sucedió durante una hora; los tres siniestros bultos habían desaparecido hacía tiempo de la vista, flotando en fila india.

Luego, las puertas de la cámara reguladora de presión se cerraron, se abrieron, y volvieron a cerrarse. Un poco después se apagó el débil resplandor de la luces de emergencia... para ser reemplazado al instante por un fulgor mucho más brillante. La Discovery estaba volviendo a la vida.

Seguidamente hubo un signo aún mejor. El gran cuenco de la antena, que había estado durante horas mirando con fijeza inútil a Saturno, comenzó a moverse de nuevo.

Giró en redondo hacia la popa de la nave, mirando de nuevo a los tanques de propulsión y a los miles de metros cuadrados de las irradiantes aletas. Alzó su cara como un girasol buscando al astro rey... En el interior dela Discovery, David Bowman centró cuidadosamente la retícula del anteojo que alineaba la antena con la Tierra. Sin control automático tenía que mantenerse reajustando el haz... pero éste se sostendría firme durante varios minutos seguidos. No había impulsos divergentes que lo apartasen de su blanco.

Comenzó a hablar a Tierra. Pasaría una hora antes de que llegasen a ella sus palabras, y supiera el Control dela Misión lo que había sucedido. Y dos horas, antes de que le llegase a él cualquier respuesta.

Y era difícil imaginar que respuesta podría enviar Tierra, excepto un ponderado y compadecido "Adiós".

30 – El secreto

Heywood Floyd tenía el aspecto de haber dormido muy poco, y la expresión de su rostro denotaba preocupación. Pero fueran cuales fuesen sus sentimientos, su voz sonó firme y tranquilizadora; estaba haciendo lo más que podía para insuflar confianza al hombre solitario al otro lado del Sistema Solar.

- Lo primero de todo, doctor Bowman, - comenzó -, debemos felicitarle a usted por la manera como manejó esta situación extremadamente difícil. Hizo exactamente lo que debía en el caso de una emergencia sin precedentes e imprevista.

"Creemos conocer la causa del fallo de su Hal Nueve Mil, pero eso ya lo discutiremos más tarde, pues ya no supone un problema crítico. De momento, todos estamos interesados en prestarle a usted toda la ayuda posible, de manera que pueda completar su misión.

"Y ahora debo poner en su conocimiento su verdadero designio, que hasta la fecha hemos logrado mantener en secreto, con gran dificultad, al público en general. Se le hubiesen proporcionado todos los datos al aproximarse a Saturno; éste es un rápido sumario a fin de ponerle a usted en antecedentes. Dentro de pocas horas se le enviarán las cintas completas de información. Todo cuanto voy a decirle tiene desde luego la clasificación de seguridad máxima.

"Hace dos años, descubrimos la primera evidencia de vida inteligente en el exterior de la Tierra. En el cráter Tycho se halló enterrada una losa de material negro, de tres metros y medio de altura. Hela aquí.

A su primer vislumbre de T.M.A.-1, con las figuras con traje espacial arracimadas en su derredor, Bowman se inclinó hacia la pantalla con boquiabierto asombro. En la excitación de esta revelación -algo que, como cada hombre interesado en el espacio, había esperado toda su vida- casi olvidó su propio y desesperado trance.

La sensación de asombro fue rápidamente seguida por otra emoción. Aquello era tremendo... ¿pero qué tenía que ver con él? Sólo podía haber una respuesta. Logró dominar sus desbocados pensamientos, al reaparecer Heywood Floyd en la pantalla.

-Lo más asombroso de ese objeto es su antigüedad. La evidencia geológica prueba sin lugar a dudas que tiene tres millones de años. Por lo tanto, fue colocado enla Luna cuando nuestros antepasados eran primitivos monos humanoides.

"Al cabo de todas esas edades, se podría naturalmente suponer que el objeto era inerte. Mas poco después del levante del sol lunar, emitió una potentísima ráfaga de radioenergía. Creímos que esa energía era simplemente el subproducto -la secuela, por decirlo así- de alguna desconocida forma de radiación, pues al mismo tiempo varias de nuestras sondas espaciales detectaron una insólita perturbación cruzando el Sistema Solar. Pudimos rastrearla con gran precisión. Estaba apuntada precisamente a Saturno.

"Atando cabos tras este hecho, decidimos que el monolito era una especie de ingenio potenciado, o cuando menos disparado, por energía solar. El hecho de que emitiera su vibración inmediatamente después de alzarse el sol, al ser expuesto por primera vez en tres millones de años a la luz del día, difícilmente podía ser una coincidencia.

"Sin embargo, ese objeto fue enterrado deliberadamente..., no cabe duda de ello. Se había hecho una excavación de diez metros de profundidad, colocado el bloque en el fondo, y cuidadosamente rellenado el agujero.

"Para empezar, puede usted preguntarse cómo lo descubrimos. Pues bien, el objeto era fácil -sospechosamente fácil- de encontrar. Tenía un potente campo magnético, de manera que se destacó como un pulgar lesionado en cuanto comenzamos a hacer inspecciones orbitales de bajo nivel.

"Mas, ¿por qué enterrar un ingenio de energía solar a diez metros bajo el suelo? Hemos examinado docenas de teorías, aunque nos damos cuenta de que puede ser completamente imposible comprender los motivos de seres que tienen un adelanto de tres millones de años con respecto a nosotros.

"La teoría favorita es la más simple, y la más lógica. Es también la más perturbadora.

"Se oculta un ingenio de energía solar en la oscuridad... sólo si se desea saber cuándo es sacado a la luz. En otras palabras, el monolito puede ser una especie de aparato de alarma. Y nosotros lo hemos disparado...

"No sabemos si aún existe la civilización que lo colocó. Debemos suponer que unos seres cuyas máquinas funcionan todavía al cabo de tres millones de años, pueden también haber edificado una sociedad asimismo duradera. Y también debemos suponer, hasta que no tengamos pruebas en contra, que pueden ser hostiles. Ha sido argüido a menudo que toda cultura avanzada debe ser benévola, mas no podemos incurrir en riesgo alguno.

"Además como la historia pasada de nuestro propio mundo ha demostrado reiteradamente, las razas primitivas han dejado con frecuencia de sobrevivir al encuentro con civilizaciones superiores. Los antropólogos hablan de choque cultural; puede ser que tengamos que preparar a la especie humana entera a un tal choque. Pero hasta que sepamos algo sobre los seres que visitaronla Luna -y posiblementela Tierra también- hace tres millones de años, no podemos siquiera a hacer ninguna clase de preparativos.

"Su misión, por lo tanto, es mucho más que un viaje de descubrimiento. Es una exploración... un reconocimiento de un territorio desconocido y potencialmente peligroso.

El equipo a las órdenes de doctor Kaminski fue especialmente entrenado para esta tarea; ahora, usted habrá de arreglárselas sin ellos... Finalmente... su blanco específico. Parece increíble que puedan existir en Saturno formas avanzadas de vida, o que puedan haber evolucionado en cualquiera de sus lunas. Hemos planeado inspeccionar el sistema entero, y esperamos aún que pueda ejecutar usted un programa simplificado. Pero podemos tener que concentrarnos en el octavo satélite... Japeto. Cuando llegue el momento para la maniobra terminal, decidiremos si debe usted reunirse con ese notable objeto.

"Japeto es único en el Sistema Solar... ya lo sabe usted, desde luego, pero al igual que todos los astrónomos de los últimos trescientos años, probablemente le ha dedicado escasa atención. Permítame por lo tanto decirle que Cassini -que descubrió Japeto en 1671- observó también que era seis veces más brillante de un lado de su órbita que en el otro.

"Esta es una relación extraordinaria, y no ha habido nunca para ella una explicación satisfactoria. Ni siquiera con los telescopios lunares su disco es apenas visible. Mas parece haber una brillante mancha curiosamente simétrica en una cara, y ello puede ser relacionado con T.M.A.- 1. A veces pienso que Japeto ha estado lanzándonos sus destellos como un heliógrafo cósmico, durante tres mil años, y que hemos sido demasiado estúpidos para comprender su mensaje...

"Así, pues, ya conoce usted su objetivo real, y puede apreciar la vital importancia de su misión. Todos rogamos por que pueda usted proporcionarnos algunos datos para un anuncio preliminar; el secreto no puede ser mantenido indefinidamente. Por el momento no sabemos si esperar o temer. No sabemos si en las lunas de Saturno se encontrará con lo bueno o lo malo... o tan sólo con ruinas mil veces más antiguas que las de Troya.

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